Tanto Carlota Luna, profesora de Lenguas Clásicas, así como Eloy Rojas, Ldo. en Geografía e Historia y Bibliotecomía y Archivística, pertenecen a Glaukopis, aula de investigación de la compañía que dirijo, Elsinor Teatro. Les pedí, como en ocasiones anteriores, que estudiaran ambas piezas mías que iban a ser publicadas y escribieran sus prólogos. Las obras ya han visto la luz y, junto con una tercera llamada «Misericordia», conforman lo que he denominado «Trilogía acuática», siguiendo el término de la liquidez con el que el filósofo Bauman califica a las relaciones sentimentales en estos tiempos. Les dejo ambos prólogos y, desde aquí, GRACIAS compañero y compañera por vuestro tiempo de estudio y dedicación una vez más.

El libro se puede adquirir en librerías Yorick, ConTarima y Muga (Madrid). Próximamente en librería El Gusanito Lector (Sevilla) y plataformas Amazon, Casa del Libro, Fnac, El Corte Inglés y Editorial Círculo Rojo.

Esperando el diluvio o el fantasma de Narciso por Eloy Rojas
Érase una vez tres péndulos de movimiento irregular y descompasado.Estos péndulos se entrechocaban dos a dos y, a veces, los tres a la vez. Estos péndulos danzaban sobre las mareas: Andy, el más lento de los tres, buscaba una estabilidad, un asidero al que recurrir ante el embate de las mareas. En elotro extremo, Robbie, rápido y fluido, vivía las ondas, paladeaba el empuje que lo llevaba a estremecer(se) de un lado a otro, de Susan a Andy. Y Susan en el medio, chocada y entrechocando a los otros dos, compañera de baile de ambos,imprimía su propio carácter a la coreografía colectiva, diosa y cáliz al mismo tiempo. Juntos formaban tres estados de la relación: agua, barro y algo sólido, que bien podía flotar o no en los medios anteriores.En sus acciones, reacciones e interacciones vemos reflejados lo complejo del contracto humano, lo veloz de sus manifestaciones, las entregas (des)medidas y, como si se tratara de un monstruo acuático esperando incautos marineros, el Tiempo, ése gran depredador que espera siempre su próximo banquete. Son éstas las aguas donde nos movemos hoy: demasiado rápidas que no nos dejan apreciar los detalles a nuestro alrededor y, menos aún, buscar ramas o rocas donde encontrar apoyo y descanso de tanto girar sobre nosotros mismos. Impera en nosotros el trepidar del río, importándonos cada vez menos su caudal y sus tesoros. Creemos que buscamos el oro, o que nos preocupamos de que nuestro medio esté siempre lleno. Sin embargo, vivimos tan absortos en la acción, que nos olvidamos de la pista y de la meta cuando esta última acaba situada en el horizonte, siempre inasequible. Y esto exige siempre un pago. Aproxímense a nuestras corrientes, den compañía al fantasma de Narciso, aunque sea por un instante, y déjense marear. Al fin y al cabo, eso, “mareados”, llevados por la marea. ¿Es que acaso no lo están ya? Si lo sienten así o no, es problema suyo.

Nada en demasía por Carlota Luna
La vida como un río. Ya lo decía Jorge Manrique: “Nuestra vida son los ríos que van a dar al mar, que es el morir”. Pero ellos fluyen hacia la tierra, lo sólido, lo duradero, lo eterno.Siempre estará la tierra. Ella es el germen, el nacimiento, y también el lugar del descanso final. El hijo de los Pit compara a su madre con la tierra. Se sabe pronto a morir y volverá a su madre, a la tierra. Los griegos ya tenían su Hades, el reino delos muertos. Y tenían a Caronte quien llevaba a las almas al inframundo conduciendo una barca por la Laguna Estigia. Y a Lete, una fuente o río del que bebían las almas de los muertos para olvidar su vida anterior. El Olvido es pariente del sueño y de la muerte.La muerte es una liberación del dolor, del sufrimiento,y la Sra. Pit la busca anhelando reencontrarse en el más allá con su hijo, llevando con ella a su marido, del que dice: “ Yo siempre he tenido dos hijos”. El Sr. Pit, en su locura dirá: “Para mí la demasía, el hartazgo es vital”. Precisamente va en contra de uno de los preceptos del templo de Delfos que decía“Nada en demasía”. Ese desequilibrio lo llevará a la total dependencia de su esposa y aceptará, sin ninguna resistencia,la muerte que ella le proporcionará, una muerte como la que tuvo el emperador Tiberio.