Un extracto de mi reseña. El resto en: https://www.masteatro.com/critica-no-te-hubiera-conocido-sergi-belbel/

» … Así imagina García Márquez en su cuento de “La cándida Eréndida y de su abuela desalmada” cómo esta monstruosa anciana delira acerca de lo irreparable que en el Amor sucede: “Yo ponía dos trancas en el dormitorio para que no entrara, ponía el tocador y la mesa contra la puerta y las sillas sobra la mesa, y bastaba con que él diera un golpecito con el anillo para que los parapetos se desbarataran…”. A esta cita me llevó el texto de Belbel donde su personaje principal, Eduardo -un Romeo que como aquél clamaba ser un juguete de la diosa Fortuna- mientras yo asistía a la representación. La peripecia de nosotros como personajes en este gran teatro del mundo es manifiesta: que todo está escrito y que todo es irreparable; que los dioses rubrican, sí o sí, el guión de todo este carrusel llamado Vida cuya andanza transcurre con la ayuda inestimable, lamentable o gloriosa del Destino; que por más las vueltas que demos y querramos escapar, al igual que la Muerte en aquel otro cuento de Coelho, nuestra sentencia cabalgará más aprisa que nuestros pies ilusos y nos asaltará con sus sicarios tal y como estaba estipulado. No hay dobles oportunidades, ni atajos, ni cabe rebobinar un segundo tan siquiera, ni acelerar el ritmo de la clepsidra: sólo los hombres con poderes demiúrgicos, es decir, los autores, podremos accionar la palanca para que la maquinaria del deus ex machina haga su aparición estelar cuando se nos antoje y, en su bajada, dependerá de nosotros y de cómo movamos los hilos para que su decisión sea irrevocable, porque ahí, en la escena, sí que podemos modificar la hoja de ruta dichosa o terrible del fatum, o no… «