Mi primera obra dedicada a una mujer fue «Arresto y fin de una reina», dedicada a la reina Juana (me niego a llamarla la loca). La segunda fue llevada a escena por mi compañía Elsinor Teatro, «Progresión»: mujeres, no hundidas, sino a las que han hundido y mujeres resucitadas por ellas mismas. Mi tercera obra, «Sabina», mujer del emperador de Adriano, calificada como «áspera» por la propia Roma, manipulada y vejada, aunque triunfante en la resolución de su conflicto. En las últimas, «En la tierra desnuda: muerte y resurrección de Antonio Machado» -junto con Pilar Manzanares Olavezar– y «Todo es nocturno», damas como la madre del poeta, su cuñada, María Teresa León, Pilar de Valderrama (Guiomar) y Maruja Mallo demuestran su fortaleza, su lucha, su rabia por haber sido ninguneadas o no consideradas cuando se habla de los artistas que la dejaron en la sombra. Ahí mi homenaje a ELLAS. La primera de la lista, y con la venia.: MI MADRE.