Madrid es hermosa y ágil. Es esta villa arrojada y chula, de prepotencia grácil con tintes de aristócrata que gusta de entretenerse con el vulgo a quien adora y vulgo que juega a volar alto, al menos por unas horas. Madrid aprovecha que la diversión se retoma, se echa el mantón y sale a la calle voraz y risueña, brava y coqueta, a por teatro, a por música, a por libros. Se sabe poderosa, altanera, con empaque radiante y Cibeles que la mima y se atreve a representarla. Y cómo compra Madrid los libros. A puñados… a ritmo de zarzuela…

Dejando a un lado este brote romántico que viví ayer, quiero dar las gracias a la librería SinTarima, especialmente a Santiago, por darme «cobijo» en su caseta 33.  Afortunadamente el cielo -ese cielo único de nubes en lienzo- se contuvo y la lluvia no apareció. Y allí estaba Madrid, en su Retiro, luciendo garbo y ganas de cultura.