Esta pieza es fruto del curso realizado el pasado mes de enero con el director, autor y teórico Guillermo Heras en Nuevo Teatro Fronterizo (Madrid) La escritura transversal. Como una novia, el texto lleva algo viejo (la posición de los personajes recuerda a los de mi obra Infectados, casi inmóviles y mirando hacia arriba y sin escapatoria), algo nuevo (la manera rápida y sencilla de contar algo que me es ajeno), algo prestado (la tragedia narrada por Chaves Nogales en su relato «El refugio» en su libro A sangre y fuego y la última extravagancia de Rodrigo García) y el azul es el del cielo bellísimo de un Madrid bombardeado.

 

VENUS Y LAS RATAS ©

Carlos Herrera Carmona

Febrero, 2019. Madrid.

Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro.

Insomnio, Dámaso Alonso.

(Oscuro total salvo las caras iluminadas de BRUNO y PAULA.)

P.- Otra.

B.- No.

P.- ¿Cómo que no?

B.- Que no.

P.- Pues te digo yo a ti que sí.

B.- ¿Te quieres callar ya?

(Pausa.)

P.- Tú a mí no me quieres.

B.- ¿Cómo?

P.- Que el mundo se derrumba y nosotros no nos enamoramos.

B.- ¿Pero qué me estás contando?

P.- ¿Tú me quieres?

B.- Joder. Pues claro que te quiero. Si no, ¿qué hago yo aquí contigo?

P.- No sé.

B.- ¿Cómo que no sé?

P.- Que lo dudo.

B.- Pues no dudes.

P.- Es menos malo agitarse en la duda que reposar en el error.

B.- Déjate de mantras.

P.- No es un mantra, Bruno. Es un pensamiento. Y los pensamientos en este aquí y en este ahora, han de ser así: sanadores.

B.- Ni siquiera es tuyo.

P.- ¿Y?

B.- Que siempre estás igual, Paula. Pensando con la mente de otros.

P.- O de otras.

B.- De quién sea, joder.

P.- Pues sí. ¿Pasa algo? Aquí con la falta de oxígeno, ya ves, el recuerdo no me da para tanto.

B.- Ya lo decía yo.

P.- No me refiero a mi inteligencia. Que siempre estás igual. Y no me mires así, que me escuece. ¿Cómo voy a pensar en algo de esa magnitud que si lo obedeces tu vida sería un Elíseo y no un vómito de sangre como el que estamos pisando tú y yo ahora? ¿No sientes su coagulación, su densidad, sus grumos?

B.- Si solo fuera eso.

(Miran de reojo a ambos lados.)

B.- Al menos ya no jadean.

P.- Un momento.

B.- ¿Otro pensamiento?

P.- Calla. Acaba de pasar otra.

B.- Dios…

P.- ¿A que la has oido? ¿A que esta vez sí has sentido sus patitas bailar por encima de tu cabeza? ¿A que ya no dudas de mí, amor?

B.- ¡Joder, para!

P.- ¿Ves como sí, Bruno?

B.- ¡Sí, sí, sí, la he oído, joder, la he oído! ¿Conforme?

P.- Nunca miento cuando se tratan de ratas, amor.

B.- ¡Para ya, joder! (Unos segundos) Oigo sus patitas y sus chillidos minúsculos. Y su olor. Su olor a destierro. También oigo cómo mordisquean el cuello de quien tengo a mi lado. Oigo cómo le arrancan pausadamente el cabello a esa niña aplastada por la viga. Menos mal que ya no vive, la niña, digo, porque se movía tanto para librarse de esa viga sobre su pechito reventado, que la viga me iba a caer a mí encima. Mala suerte hemos tenido con esa bomba que nos impide volver a ser humanos. Porque ya casi estamos con ellos, Paula, los que están, pero que ya no son.

P.- Una pena que estemos tan seguros, Bruno, porque ahora sí que reposamos en el error. Fue un error venir a esta ciudad.

B.- El error ha sido que la hayan bombardeado.

P.- Míralo por el lado bueno. Al menos este hoyo estaba cerca del hotel y las sirenas han funcionado. Dicen que a veces esos cabrones las manipulan. Para que no suenen. Y así, cuando sus aviones nos sobrevuelen, seamos como hormigas perseguidas por un niño asesino.

(Pausa.)

P.- Otra.

B.- ¿Cómo? Yo no…

P.- Es broma, tonto.

B.- El miedo es mi compañero más fiel. Jamás me ha engañado para irse con otros. Como tú.

(Pausa.)

P. (Incómoda, descubierta).- Sabes que ya nunca veremos una película suya. Bueno si llega un inglés con buen olfato, sí.

B- No sabemos si hay ingleses, y si los hay, a lo mejor no son soldados, y si lo son, a lo mejor no creen en la causa y se ponen a pilotar sus aviones. No sería el primero.

P.- Ellos han venido a luchar por nuestro sueño.

B.- Mi sueño es que nos saquen de este arsenal de cadáveres. Hay por lo menos un millón, Paula. Puedo olerlos.

P.- Nuestro sueño es y debe ser que los asesinos huyan desarmados. Yo ya con eso me conformo. La libertad es nuestra meta. No lo olvides. ¿Por cuál empezamos?

B.- ¿Cómo?

P.- Que por cuál empezamos. Tengo hambre. Habrá que comer algo. Digo yo.

B.- Ya no hay nada que hacer.

P.- Tenemos que comer, Bruno. O moriremos.

(BRUNO ríe sin parar. PAULA se contagia.)

P.- Me encanta tu boca abierta. La vida se viste de gala con tus labios. Me encanta esa boca tuya que con su luz reventó la mía y arrasó todo mi territorio, hasta llegar más abajo de ombligo. Bruno, yo quiero que me veneres. Entra. Hazlo.

B.- Mi querida Venus, para todo eso hace falta poder moverse y mira cómo estamos. Sólo podemos torcermos un poco. En este cementerio, ¿cómo quiere mi diosa que le lleve ofrendas a su templo y que le entregue mi alma sin nada a cambio?

(PAULA llora. BRUNO se contagia.)

P.- El inglés nos sacará de aquí y podremos gritar la palabra libertad, y todos podrán besar a todos sin detenerse a comprobar quién es quién. Los poetas no tendrán que huir y sus palabras volverán a sanarnos.

(PAULA sonríe fugaz y se inquieta.)

P.- Otra.

B.- Sí. Ésta andaba muy lenta, como si se hubiera tragado una pierna sin haberla masticado.

P (Ajena).- Me gusta que me llames Venus. Hacía tiempo que no lo hacías.

B.- Hay una rata sobre mi hombro.

P (Ajena) .- Bruno, yo quiero que me veneres. Entra. Hazlo.

B.- Espero que no me muerda la yugular y pueda seguir oyéndote decir cosas bonitas.

P (Ajena) .- Tu cuello, Bruno, recuerdo que me lo tragaba junto al lago.

B.- Hay un niño por ahí que no está nada mal. Comamos, amor. Que nos maten, pero no de hambre.

P (Ajena) .- Si sigues hablando así, no te podré amar.

B.- Pierde quien se va.

P (Reacciona).- ¡Pierde quien se queda!

B.- ¿Quieres su pierna o su bracito?

P.- ¡Bruno, yo quiero que me veneres! ¡Entra! ¡Hazlo!

B.- Tengo hambre.

P.- ¡Otra! ¡Escucha! ¡Y otra más! ¡Están por todas partes! ¡Me están mordiendo, Bruno! ¡Sácame de aquí!

B.- Tú lo que quieres es asustarme y yo ya no puedo sentir más de lo que siento. El Tártaro me está dando la bienvenida, Paula, y a ti también. No niegues la evidencia. Tú tienes otra perforándote el vientre, que lo sepas, lo que pasa es que ya no sientes nada de cintura para abajo porque el hormigón te lo impide y ellas se están dando un festín con tus piernas. Se llevan los pedazos hacia algún lugar que desconocemos.

P.- Cómete lo que queda de mí. Tú antes que ellas, Bruno. Come, amor. La carne siempre ha sido tu debilidad. Nada como pecar, me decías, nada como beber el diluvio de tu sexo; nada como lamer el sudor de la madrugada.

B.- Venus es una aprendiz. Ella no sabría imitar la cadencia de tu cintura, ahora devorada por un millón de ratas entre un millón de cadáveres.

(Oscuro total durante unos segundos. Poco a poco se van iluminando los ojos de Mickey y Minnie Mouse. Al hacerse progresivamente la luz, descubrimos que son BRUNO y PAULA en pijamas disfrazados con sus cabezas. Están sentados en su inmenso lecho. Se miran, se besan, se abrazan, se levantan y danzan mecánicamente al ritmo de Venus as a Boy de Bjork. Se disponen a hacer la cama de manera muy versallesca mientras el público comprueba que las sábanas están empapadas en sangre. De nuevo el oscuro total. La voz de la islandesa es atropellada por un avión muy cercano al teatro. Una voz en off grita: ¡OTRA!. Y una bomba se precipita sobre todos nosotros…)