Un extracto de mi reseña para masteatro / madrid. Al completo en el link indicado.

» … es una propuesta basada en continuar con los parámetros antiquísimos en los que se basa cualquier tragedia que se precie a fin de que el espectador segregue la consabida catarsis purificadora al resonar en nuestros oidos algunas de sus frases relacionadas con el odio y el ansia del poder y que podemos conectarlas, sin esfuerzo alguno, con nuestra realidad más cercana, así como emparentarla con textos cuyos contenidos, y, teniendo como protagonista a un personaje histórico, sirven al autor a modo de recordatorio y referente de lo desafortunadamente vigente que este espíritu maligno supura en las altas esferas que mueve nuestros hilos: la soberbia. En esta trama, muy al estilo de los tejemanejes ideados por el propio Moliére -donde el orbe escénico gira sin parar alrededor de la figura central y personajes-buitres que pivotan para aprovecharse de él y arrebatarle en cierto modo su poder- Gil sostiene las columnas de la dramaturgia con vigor, entusiasmo y portento de un texto en su pulso y pálpito donde despuntan algunos diálogos, lo que se conoce como verbal facing, por citar, como cuando se enfrentan judaísmo y catolicismo con un rey, ora árbitro ora compinche, que trueca su chaqueta al mejor postor, algo que dota a este cuadro de diversión y chispa…». 

Crítica de «Eduardo II. Ojos de niebla» de Alfredo Cernuda.