Tres años en los benditos madriles, y muchos más los que llevo sin acudir a la Semana Santa de donde nací. Este año era el año. Iba a ir acompañado, y la ocasión era más que singular. Sevilla, esa Atenas atlántica, «piccola Roma» -así fue llamada de antiguo-, fundición perfecta de paganismo y religiosidad por igual gracias al devenir de su historia y sus gentes que la hicieron narcisista y altanera con motivos -e incluso sin ellos, como le ocurre a Madrid: en esto son primashermanas- no va a lucir su jolgorio de pasión ni sus encantos de cera y flor este año. El azahar floreció antes de tiempo, temeroso tal vez de no poder lucirse en estos momentos. La diosa Astarté no irá bajo palio, ni Zeus hará con su gran poder que la sevillanía y los forasteros -doy fe que ocurre- enmudezca. Fieles o no, paganos o sí, os aseguro que la fiesta es única a la hora de revivir los tiempos barrocos donde la ciudad era experta en organizar fastos reales y autos sacramentales como ninguna. Confieso que el evento llega a agotar. No toda la sevillanía la tolera estando el mar de sus colonias costeras tan cercano -la metrópolis sigue jactándose de poseer posesiones playeras en otras provincias… – sin embargo, raíces son y si te las arranca sin ton ni son, o en un ataque de ser más moderno que nadie, es tu perdición. Pienso que la clave está en aplicar con cordura el filtro de la nostalgia, el tamiz de la coherencia y la sensatez con forma de respeto a quienes sí viven esta procesión que libra a Sevilla de convertirse en una capital sureña globalizada, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Algo va quedando. El poso del devenir de los siglos es irremediable. Y por eso cantamos lo que se pierde. Los hermanos Machado condenaban el «andalucismo» en aras de «lo andaluz». Yo hago lo mismo con la sevillanía casposa, recalcitrante, obtusa y chulesca. Me quedo con «lo sevillano», recogido muy bien en la prosa de Cernuda en «Ocnos»: esencia, atmósfera y duende. He visitado los templos de Japón y China, las mezquitas de Estambul, la iglesias británicas y eslovenas…. por citar. Me sigue hipnotizando ver al ser humano serenarse frente a una vela encencida, un rosario con o sin cruz y el incienso que lo purifica todo. Esta situación actual, sirva de purificación y no de rebeldía. Y algo ocurre cuando, en un acto de desesperación, siempre miramos a las alturas.. Y quienes hacen yoga, también juntan sus manos y cierran sus ojos para conectar… ¿con?